Así comenzamos este día tan especial para nosotras, para los Operarios Diocesanos.

“Te ofrezco la sangre de mi cuerpo con deseos de dártela toda”, palabras de D. Pedro…. El 23 de julio de 1936 se hizo realidad. A estas horas, había recorrido las calles de Toledo camino del “calvario”, del Tránsito. Su cuerpo tendido en el suelo con los brazos extendidos en actitud de ofrenda… Había celebrado su última Eucaristía, la más plena, porque en ella había unido su sangre a la de Cristo.

Pero no sólo sus manos, va a ser su cuerpo entero, al chasquido de las balas sobre la tierra, el aplauso eterno de amor a la voluntad de Dios. Aplauso, que ya lo había hecho un día antes en el Seminario de Toledo.

“Yo no tengo más deseo, ni más esperanza que Jesús, de manera que allí os espero” dirá en su último momento… la esperanza, se ha visto colmada. Allí os espero. Sí, nos espera a todos y a cada uno de nosotros. Por eso le pedimos a él, que se caracterizó por su celo apostólico vocacional, que interceda para que surjan muchas vocaciones en la Iglesia y de una manera especial por la Hermandad de Sacerdotes Operarios y por sus hijas, las Discípulas de Jesús.

Tenemos un recuerdo especial hoy, para nuestras Hermanas: Lihua, en Venezuela, que celebra sus 25 años de entrega al Señor y Shaira, en México, que se entrega definitivamente a Él.


Agradecemos la cercanía de nuestro querido cardenal, D. Ricardo, de todos los Operarios, sacerdotes y amigos, que nos acompañan. Con estos sentimientos de gratitud y entrega comenzamos la Eucaristía