Día octavo
INTUICIÓN DE UN PRONTO DESENLACE
En el nombre del Padre…
Oración inicial
Padre mío, por medio de tu amado Hijo Jesús, te pido la gracia de amarte con amor puro, y la de amarle y hacerle amar a Él hasta que me consuma en su divino Corazón. Envíame continuamente a tu Santo Espíritu para que en todo me absorba y mi dirija.
Hazme cumplir siempre tu voluntad. Infúndeme una oración continua, y dame cuanto para mí desea Jesús, sobre todo la gracia de la verdadera humildad. Te ruego por todos mis deberes, por las personas a quienes amo, por mis enemigos, por las almas del Purgatorio, por la conversión de los pecadores, por la perseverancia de los justos, por el fervor de las almas -sacerdotales- consagradas, por las vocaciones, por los que padecen (y por esta necesidad… pídase aquí la intención que desea presentar al Señor), cuyo remedio espero alcanzar de tu bondad infinita por el poder de intercesión de tu sacerdote y mártir Pedro, que tanto te glorificó con su santa vida y muerte sangrienta. Defiéndeme de las acechanzas del diablo, de la complacencia propia, de los peligros de la consolación y del apego a las criaturas.
Recibe como ofrenda el Corazón de Jesús, el de María, –el de San José, el del Beato Pedro- y el mío, cuyos afectos te consagro exclusivamente. Amén. (Lo que está en letra en cursiva son añadidos).
Palabra viva
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 9, 30-32
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.” Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Palabra del Señor
Iluminación desde el Beato Pedro.
“De seminarista, “Conversaba yo con unos amigos muy piadosos. Propusimos la duda de cuál era el día más feliz de la vida… A todo esto, el tercero, fervorosísimo colegial como no he conocido otro, permanecía callado. Instándole nosotros a que eligiera…, contestó…: ‘el del martirio’”. (Hernansanz, J.: _Profeta como fuego._ Serve-Cuesta, p. 32).
“En la Hermandad se ora y se trabaja mucho. Estoy contento de los Operarios. Solamente nos falta sangre de martirio. Hacen falta Operarios mártires”. (Idem, p. 168).
Reflexión
Cuando se tiene la convicción de haber hecho todo lo que buenamente se ha podido, con todo el corazón, sin escatimar, es cuando siente el alma que ya está preparada para volar y volver allí donde está su tesoro y su hogar: Dios. Jesús se comenzó a despedir de sus discípulos, en primer lugar, para que ellos se fueran preparando al duro golpe de la separación con quién sentían que tenía “palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68), y ellos habían sido escogidos por Él; en segundo lugar, para que no fuera a sucumbir la fe de ellos; y en tercer lugar, porque como hombre iba sintiendo inminente el momento de su aprehensión y tortura: nada fácil se vislumbraban sus días venideros. Don Pedro nunca olvidó la respuesta de su fervoroso compañero del seminario, que le marcó, y que fue una perla que guardó en su corazón para toda su vida. A lo largo de su existencia terrena, Don Pedro se fue preparando para ese gran día: para el martirio; lo intuyó en su corazón y lo expresó a sus hermanos, que atestiguaron haberle oído hablar de martirio, e incluso los fue preparando por si les tocaba caer víctimas de la violencia que comenzaba a emerger en la guerra civil española, iniciada en 1936.
Hacemos un momento de silencio…
Para finalizar
Oremos finalmente como Jesús nos enseñó: Padre Nuestro…
Oración
Oh Dios, que con la sangre derramada de tu sacerdote Pedro, fecundaste su labor apostólica, entregada al fomento de las vocaciones. Concédenos, por su intercesión, imitar su espíritu de sacrificio y ofrenda, para ser auténticos discípulos de tu Hijo en medio del mundo y de la Iglesia. Él, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
(Oración colecta de la Liturgia de la memoria al beato)
“Caridad de Jesús, Maestro divino, reina siempre en nuestros corazones” (Frase de Don Pedro).
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén