Fiesta de Jesucristo Sumo y eterno Sacerdote.

Jueves posterior a Pentecostés

El jueves posterior a Pentecostés se celebra la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote para recordar la santidad y la belleza del sacerdocio de Jesucristo, “ejemplo para todos los presbíteros”

AMBIENTACIÓN

Celebramos Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, hoy se nos permite tomar conciencia agradecida de un acontecimiento decisivo en la historia de la salvación: con Jesucristo se pasa de un sacerdocio ritual a un sacerdocio existencial. Lo leemos en la carta a los Hebreos: “Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio”.

Toda la vida de Jesucristo es una ofrenda, toda su existencia tiene carácter oblativo. Él vive una existencia que es pro-existencia. Vive para los demás. Vive desde el Padre, en la unidad del Espíritu, llamando y convocando al amor y la unidad. Vive dando su vida y dando vida. Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Hoy, las Discípulas de Jesús, desde el espíritu sacerdotal que nos une a Cristo como glorificadoras, Salvadoras y Víctimas con Él, y desde esa cercanía con la figura de los sacerdotes, nos unimos a la Iglesia en esta festividad. Y pedimos a Dios, por intercesión de Jesucristo Sacerdote, que vivamos cada día más fortalecidas en nuestra misión de ser puente entre Dios y los hombres.

PRECES I

• Por el papa Francisco, nuestro obispo y por todos los sacerdotes: para que el Señor conserve en ellos la gracia del Espíritu Santo, sirvan con toda fidelidad a la Iglesia y cuiden del pueblo que tienen encomendado. Roguemos al Señor.

• Por los sacerdotes de nuestra diócesis: para que, llenos de la gracia del Espíritu Santo, sean dignos cooperadores del orden episcopal. Roguemos al Señor.

• Por el Seminario de nuestra Diócesis. Por sus formadores y seminaristas. Para que el Espíritu Santo les conceda el gozo “de servir a la Iglesia de balde y con todo lo suyo”. Roguemos al Señor.

• Por todos los llamados al sacerdocio. Para que hagan visible y presente a Cristo, cabeza de la Iglesia, realicen con fidelidad la misión recibida, y todos sepamos verlos como imagen de Cristo sacerdote, maestro y pastor. Roguemos al Señor.

PRECES II

• Cristo, Tú que eres la Palabra del Padre, danos sacerdotes que anuncien la Buena Noticia a todos los hombres. Oremos.

• Cristo, Sacerdote, Tú que eres el Pan de la Vida, concédenos sacerdotes para que celebren la Eucaristía y no nos falte tu presencia. Oremos.

• Cristo Señor, que fuiste enviado por el Padre, da a la Iglesia tu Espíritu de caridad para que los hombres conozcan tu Misericordia y Amor. Oremos.

Puntos para reflexionar:

Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, nº47

«Un aspecto, ciertamente no secundario, de la misión del sacerdote es el de ser «maestro de oración» Pero el sacerdote solamente podrá formar a los demás en la escuela de Jesús orante, si él mismo se ha formado y continúa formándose en la misma escuela.

                Esto es lo que piden los hombres al sacerdote: El sacerdote es el hombre de Dios, el que pertenece a Dios y hace pensar en Dios.  Cuando la Carta a los Hebreos habla de Cristo, lo presenta como un Sumo Sacerdote «misericordioso y fiel en lo que toca a Dios» (Heb 2, 17)…

                Los cristianos esperan encontrar en el sacerdote no sólo un hombre que los acoge, que los escucha con gusto y les muestra una sincera amistad, sino también y sobre todo un hombre que les ayude a mirar a Dios, a subir hacia Él.  Es preciso, pues, que el sacerdote esté formado en una profunda intimidad con Dios.  Los que se preparan para el sacerdocio deben comprender que todo el valor de su vida sacerdotal dependerá del don de sí mismos que sepan hacer a Cristo y, por medio de Cristo, al Padre».

José María García Lahiguera.  Santidad Sacerdotal, nº 67

«Debemos dar gracias a Dios por habernos hecho sacerdotes para estos tiempos.  Esto supone y una gran confianza: elegimos precisamente para esta época. Es una garantía de que somos para Él sus confidentes, los hermanos de confianza suya, que ahora nos entrega todo su patrimonio en la Iglesia.

Mi empresa: el sacerdocio.  Mi pasión: el amor.  Mi ideal: Cristo.

El Sacerdote no es una jerarquía que manda o que tiene poderes para hacer lo que quiera; sino que todo en él, su ser y obrar, está al servicio de los demás.  Entonces, el problema del sacerdocio interesa a las almas, a cuyo servicio está por completo el sacerdote.  Interesa a las almas, iba a decir, más que al mismo sacerdote».