Mora, 18 de septiembre de 1881, Toledo, 23 de julio de 1936, Roma, 1 de octubre de 1995.
Parecerían datos para una lápida conmemorativa. En nuestro caso señalan los tres puntos del tiempo en que se enmarca la historia de un hombre llamado Pedro Ruiz de los Paños y Ángel.
Nace en Mora, muere en Toledo, en Roma es glorificado: 55 años para vivir, 59 hasta ser reconocido bienaventurado como mártir por el papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro, junto a otros ocho sacerdotes operarios.
Don Pedro había dicho y escrito: “mi vocación es una oleada de amor”. Y el amor que batía su vida lo llevó a fecundar todas las playas que bañó.
En el campo de la pastoral vocacional, siguiendo los pasos de su maestro el beato Monsén Sol, fue quien le dio una estructura a gran escala. Creyendo que “el fomento de vocaciones eclesiásticas es la obra más amada de la Iglesia, porque al mismo tiempo es la más necesaria”, fue el escritor que más libros, hojas y folletos compuso para dar a conocer la Obra de las Vocaciones.
Sevilla y sobretodo Plasencia, serán los escenarios iniciales de su trabajo directo. Su influencia llegará a toda España por medio de su libro Las Vocaciones Sacerdotales, por las revistas vocacionales por él fundadas: Fomento de las vocaciones sacerdotales, El sembrador y vocaciones. Iniciativa suya fue la creación de la Jornada de las Vocaciones, El día del seminario y llevar a cabo la semana pro seminario de Toledo, {celebrada en otoño de 1935.} Don Pedro, sensible y afectivo vive su sacerdocio “en la creencia de ser sacerdote siempre, sin haber pensado una sola vez lo contrario”. Esta convicción da fuerza a sus obras. Le exige vida interior y le infunde constancia y paz hasta llegar a escribir que “sentía el alma llena de gozo”.
El martirio lo entiende y lo vive como un complemento de su sacerdocio: “Ya desde adolescente pienso en el martirio como el día más feliz de mi vida”. Sacerdocio y martirio se unen en él como sacerdote y víctima sobre el altar.
Vive a tope su sacerdocio y lo transmite con la misma fuerza: “Soy un rayo de tu lumbre y de tu poder que he de servirte siempre”. A un sacerdote amigo le manifiesta su pensamiento con esta expresión tan Paulina: “Tú eres o debes ser cosa de Jesús. Todo por Él, con Él y en Él. Yo no sé decirte más. Quisiera perder todo lo que no sea Él”.
Con este criterio trabajó siempre como Rector del Colegio Español en Roma y más tarde, los tres años que estuvo como Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Quienes lo trataron en alguna de estas etapas nos lo definen como un auténtico líder con una gran capacidad de arrastre y de convicción: “su dirección fue suave y amorosa… Hombre extraordinario que ejercía sobre nosotros una fascinación, conjunto de cariño, autoridad y espíritu sobrenatural”.
Al mismo tiempo que hacía todas sus cosas por la mayor gloria de Dios, nos dice que hay que servir al Señor inteligentemente en las cosas más altas... por la eficacia”.
Pensando en esa eficacia inteligente, desde su talante apostólico y preferentemente vocacional, concibe la fundación de las Discípulas de Jesús. Esta obra es como la última expresión, el fruto maduro de la espiritualidad y el apostolado del beato Pedro Ruiz de los Paños. Una de las personas que más lo trató en años anteriores a su muerte nos dice que “la fundación de las Discípulas fue un brote de su ardiente espíritu sacerdotal. En el sacerdocio pensaba, del sacerdocio hablaba, y sobre el sacerdocio leía y escribía. Por eso quería infundir en las Discípulas de Jesús el espíritu sacerdotal y el ansia de trabajar por el fomento de las vocaciones”.
No pudo ver en vida su proyecto realizado. Pero fue él quien lo fundó, quien puso la primera piedra, la más valiosa, al derramar su sangre en el Paseo del Tránsito de Toledo.
Cinco años antes él mismo lo había indicado a las Carmelitas de Plasencia: “entra en lo posible que no sea precisamente yo quien lleve a cabo el proyecto”.
Don Pedro, señor de la prisa, sacerdote celoso hasta llegar a enfermar por el exceso de trabajo, escribió unos días antes de morir: “y no penéis que pronto resucito”.
Mora, Toledo, Roma. Pedro Sacerdote y mártir, en la mañana suave del 1 de octubre de 1995 fue glorificado también en la tierra por la Iglesia a quien tanto amo.
Hoy celebramos y rememoramos el 25 aniversario de su beatificación.
Damos gracias a Dios por el regalo de su vida, por su entrega y pedimos su valiosa intercesión para que surjan nuevas vocaciones en la Iglesia: santos sacerdotes, Discípulas de Jesús, enamoradas del Maestro y laicos entusiasmados con Cristo… y todos unidos para dar gloria a Dios con nuestra vida.